
¿Qué es una vocación religiosa?
La vocación religiosa es una llamada de Dios a vivir la vocación cristiana en un determinado modo de vida caracterizado por re-presentar efectivamente en la Iglesia la forma de vida de Jesús. Dios hace esta llamada mediante un carisma que otorga libremente a quien quiere. Al ser acogida y asumida libremente esta llamada; la persona hace una opción fundamental que compromete toda su existencia, se establece una alianza entre Dios que llama y consagra totalmente para él, y la persona llamada, que se entrega, correlativamente de forma total y exclusiva.
¿Qué es la vocación a un instituto?
En este contexto la vocación a un instituto concreto es una llamada especial a representar en la Iglesia, según un carisma propio otorgado por Dios a un Fundador y a todos los miembros de dicho instituto el mismo género de vida que Jesús eligió para sí y que abrazó también en la fe la Virgen María. Este don carismático implica ser discípulo y seguir al Maestro, vivir los consejos evangélicos en comunidad de vida con Jesús y con el grupo de los llamados, ser enviados y anunciar a todo el mundo la Buena Nueva del Reino.
NAVIDAD DE 1978
Nuestro carisma es, como os expliqué, la devoción a María, ese espíritu mariano de entrega total a María, en la verdadera devoción que consiste en una perfecta imitación, y en esta perfecta imitación y entrega de esclavitud de amor a ella, entregarnos por ella y en ella a Cristo, razón, centro y realidad de todo nuestro vivir, “mihi vivere Christus” “non ego, Christus vivere vivit in me”.
12 DE SEPTIEMBRE DE 1978.
DULCE NOMBRE DE MARIA
Amadísimos hijos de mi alma:
Así que nuestro carisma especialísimo es esta perfecta imitación de María, según el Santo de Monfort, y por esta perfecta imitación y entrega a María por amor como sus esclavos, transformarnos y configurarnos, por el Espíritu Santo, en Jesús, centro, razón y realidad de todo nuestro ser y vivir. Por la Divina María, Esclava de amor, a Jesús, el Divino Esclavo de amor.
Por eso es que N.S.P. Federico quiso que nuestra vida girara y se desarrollara en María, y por ella y en Jesús. Leed y meditad, cómo os enseñé de palabra y por cartas, esta esclavitud de amor y seremos hijos dignos de tan digno Padre. Griñón de Monfort ha de ser nuestra lectura y mejor meditación. N.S.P. leía y comentaba y vivía a este Santo.
Al hablar de la primera decena os explicaré cómo, por esta contemplación, N.S.M. Rosarito, halló el secreto de la esencia de la Infancia espiritual, sin la cual no podemos entrar en el Reino de los cielos, como nos enseña Cristo, cuando dice que, si no nos hacemos como niños, no entraremos al reino de los cielos. En la primera decena contemplaremos la humildad.
El Omnipotente, el Eterno aparece hecho niño, débil como niño en su naturaleza humana, hecho, como dice San Pablo, como nada “Exinanivit” María, la Reina de cielos y tierra y de todo lo creado y en lo humano, descendiente de 18 o más reyes, aparece como una criadita que se confunde con las que lavan la ropa en un lavadero común, pobre y sencilla a quien podemos aplicar las mismas palabras de San Pablo, Se humilló y se anonadó, tomando la forma de una esclava. Sin esta divina esclava, el P. Celestial no nos habría dado al Divino Esclavo: Mirad hijos, si no somos humildes, estorbaremos y no serviremos a N.C. ni a la Iglesia. Sin Jesús no somos ni valemos nada y a Jesús encontramos donde el Eterno Padre lo ha puesto, en la humilde María.
A María no entra el soberbio y sí entra, así que el humilde entra en la humilde María, en la Divina Esclava de Amor, y en Ella encuentra al humilde Jesús, al Divino Esclavo de Amor, y en Ella se transforma en Jesús y solamente el misionero transformado en Jesús, es el que configurará al mundo en Jesús. Ese, y no otro misionero, será el que presente en su persona y palabra el verdadero rostro de Cristo. Es lo que el mundo de hoy necesita, ver en sus misioneros el auténtico rostro de Cristo. Por eso, misionero que vive este espíritu de esclavitud de amor, como el Santo de Monfort, y la hizo razón de todo su vivir N.S.P., es el misionero de ayer, de hoy y de mañana. Hijos vivamos en María y en ella aprenderemos la humildad, fundamento de nuestra espiritualidad y de nuestra tarea de misioneros. Por eso creo yo que, viviendo así nuestro carisma, seremos en la Iglesia los verdaderos misioneros conciliares de hoy y de mañana.
